sábado, 9 de junio de 2007

El Viaje del PA - Paco Robles - 7/6/07

El viaje del PA

Paco Robles - 07 de junio de 2007


El nacionalismo se cura viajando, pero el PA se ha dado un viaje que no tiene cura. Al menos de momento. De tanto ir de aquí para allá, de tanto bandazo errático y de tanto pasteleo con el primer partido que pudiera facilitarles la poltrona y el sillón, o la mesa y el mantel, el andalucismo se ha estrellado contra el muro de las contradicciones: luego vienen los lamentos y el rechinar de dientes, sobre todo de los dientes que no tendrán nada que masticar durante los cuatro años en que se cifra la travesía del desierto municipal.El andalucismo es un nacionalismo ligth administrado por una trouppe de profesionales de la política a los que hay que agradecer sus modos y maneras. En otros lugares de España apuntan con bala o con el boicot a los que osan criticar las pamplinas nacionalistas. Aquí tenemos la suerte de contar con andalucistas afables que encajan las críticas y que no pierden los papeles en las relaciones personales. En estos momentos de zozobra no se puede hacer leña del árbol caído, y menos del olivo que aparece en el logotipo del PA y que la inmensa mayoría de la gente confunde con una mano abierta.Se han expuesto mil y una causas para explicar el derrumbe del PA y de los pachequistas del PSA, pero se ha quedado en lo más profundo del tintero la razón que subyace a este desplome. Si el nacionalismo se cura viajando, ¿cómo se fomenta? Muy sencillo: educando, aunque en este caso el verbo debería llevar las tres letras del adverbio mal en el sitio del prefijo. En el País Vasco y en Cataluña no florece el nacionalismo de forma espontánea. Las ikastolas y la inmersión lingüística del catalán como lengua del imperio pujolista han maleducado a una juventud que vota ciegamente a los demagogos que les han lavado el cerebro y les han centrifugado, de camino, las ideas. Aquí no se ha hecho, afortunadamente, nada de eso. Y ahí está la clave.El personal se decanta de forma natural hacia los postulados progres o carcas, hacia el PP o el PSOE, hacia la libertad o la igualdad. Pero es muy difícil forjar patriotas de regional preferente sin una educación constante y sonante, que la asimetría es bona si la bolsa sona. En este punto tocamos la gran paradoja a la que se enfrenta el nacionalismo andaluz. A nosotros no nos sirven las fórmulas asimétricas, vulgo insolidarias, que proporcionan ingresos extraordinarios a vascos y catalanes. Todo lo contrario. Un Estado fuerte que reparta sus recursos a los más necesitados es lo que nos conviene, y eso casa mal con un nacionalismo que pretenda copiar los modelos existentes.Ser andalucista pasa, pues, por ser un defensor acérrimo del Estado centralista y jacobino. O viceversa. Esta paradoja es el cortocircuito en el que caen los andalucistas cuando piden más autogobierno. Eso les vendrá bien a madrileños y navarros, pero no a los más pobres de la familia. Si a esto le añadimos el derroche que hicieron los andalucistas cuando tuvieron en sus manos ayuntamientos como el de Sevilla o parcelas de poder en el gabinetillo de Chaves, entonces comprendemos que el resultado de las últimas elecciones ha sido hasta bueno para el PA. Por ese camino podrían haber desaparecido del mapa andaluz.¿Resistirá el PA la enésima travesía del desierto que le espera? Eso no lo saben ni Rappel ni Chaves, que va ahora de adivino de la debacle del PA cuando ignora la fecha en que se celebrarán las próximas elecciones andaluzas que convoca él. Lo único cierto es que el andalucismo deberá definir el rumbo y ajustar las coordenadas del lugar al que quiere llegar. Deben reformarse por dentro y por fuera hasta dar con la tecla de un partido que defienda los intereses de Andalucía sin menoscabo del sentimiento profundamente español que está asentado entre nosotros. Si no se compran una brújula en condiciones es posible que la travesía del desierto se convierta en un viaje a ninguna parte.


(del blog de Paco Robles)

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