Fuente: Diario de Sevilla
Autora: Ana M. Carmona Contreras
Los resultados de las elecciones andaluzas nos ofrecen un escenario en el que sus protagonistas principales, aunque con algunos matices dignos de reseñar, siguen siendo los mismos. Junto a la indiscutible victoria del Partido Socialista en los comicios autonómicos, que vuelve a lograr la mayoría absoluta y revalida a Chaves al frente del gobierno de nuestra Comunidad Autónoma por sexta vez consecutiva, emerge un significativo contrapunto: la tendencia descendente que experimenta dicha fuerza política y que se concreta, por un lado, en la pérdida de cinco escaños (de 61 baja a 56) y, asimismo, en la merma en el número de votos obtenidos (164.000 menos) con respecto a las generales.
Cabe interpretar ambas circunstancias como la expresión por parte del electorado de un cierto hartazgo hacia la hegemonía socialista en Andalucía, que es objeto de un significativo toque de atención. En esta coyuntura, la amable cohabitación que hasta ahora se ha mantenido con el Gobierno central debería servir como acicate político para impulsar en la nueva legislatura el desarrollo efectivo de las transferencias pendientes tras la entrada en vigor del nuevo Estatuto.
Por su parte, aunque el Partido Popular vuelve a ocupar el ya habitual segundo puesto, su derrota ha venido acompañada de una mejora evidente en los resultados: de 37 diputados autonómicos en la anterior legislatura, pasa a obtener ahora 47. El avance es ciertamente espectacular e indica una tendencia al alza que con el transcurso del tiempo podría cristalizar en un cambio de gobierno. Queda, sin embargo, mucho camino por recorrer en este sentido y cabe preguntarse si Javier Arenas, confirmado como líder de su partido en Andalucía, será la persona idónea para lograr acabar con el monopolio socialista. Dejando a un lado tal incógnita, lo que parece claro es que el electorado ha premiado la actitud dialogante que en el proceso de gestación estatutaria han mantenido los populares. A pesar de las imputaciones de escaso convencimiento reformador formuladas desde las filas socialistas, puede considerarse que el PP ha logrado redimirse del pecado original del 28-F y de la rémora histórica que ello le ha supuesto. De cara a la nueva legislatura habrá que ver si la nueva orientación se confirma o no al afrontar la ardua tarea de adaptación interna del ordenamiento andaluz a los nuevos contenidos del Estatuto.
Y por lo que se refiere a los secundarios, a las minorías que enriquecen el mapa político autonómico y matizan siquiera sea muy levemente la acentuada bipolarización que lo caracteriza, se detectan deslumbrantes luces y tétricas sombras.
El rayo de luz lo constituye sin ningún género de dudas el resultado obtenido por Izquierda Unida. Distintos factores han contribuido a dotar de particular realce el mantenimiento de los seis diputados con los que ya contaba dicha fuerza política en la anterior legislatura. El agrio proceso interno que precedió a la elaboración de las candidaturas en nuestra Comunidad, situando como cabeza de lista por Sevilla a J.M. Sánchez Gordillo y desplazando a D. Valderas a la circunscripción electoral de Huelva dejó a este último en una precaria situación. En esta tesitura, los resultados de IU en Andalucía deben interpretarse claramente como un triunfo personal de éste. Ahora bien, no cabe olvidar que la crisis de las listas se cerró en falso y la paz no ha llegado a sus filas. Aprobado el examen en las urnas queda por superar la reválida que supone la necesidad de conciliar las distintas sensibilidades que coexisten en su seno. Como fuerza situada a la izquierda de los socialistas, corresponde a este grupo político ser la voz más progresista de nuestro parlamento, marcando la diferencia con el gobierno. En este sentido, el apoyo recibido por el electorado andaluz ha trazado significativas distancias frente a la tentación del voto útil que, en clave nacional, ha conducido directamente al hundimiento de la coalición.
El escenario político autonómico se completa con el sombrío páramo al que han sido desterrados los andalucistas. Profundamente lastrados por la muy deficiente gestión de su rechazo al nuevo Estatuto de autonomía, la coalición liderada por Julián Álvarez entra en una situación de quiebra técnica. La errática política mantenida por los andalucistas, causa fundamental de la fuga de votos, les obliga a una profunda reflexión que les salve de su actual situación: una especie en vías de extinción.
Podemos concluir formulando algunas hipótesis de trabajo para la legislatura que se inicia:
- Con los presentes resultados electorales, basar las actuaciones gubernamentales en la aritmética parlamentaria resulta condición necesaria pero no suficiente. Hay que dar paso a otra forma de gobernar.
- Corresponde a los populares convencer de que su renovado espíritu autonómico es efectivo y real.
- Más compleja es la tarea de Izquierda Unida que ha de poner orden a nivel interno y, asimismo, proyectar una línea de progresismo e innovación frente al status quo socialista.
- El ostracismo institucional que toca a los andalucistas debe servirles para rectificar, intentando recuperar el discurso nacionalista que durante años ha captado la adhesión de un sector no irrelevante de andaluces.
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