Fuente: Lista de distribución de Andalucía Libre
Las fuerzas integradas en la Coalición Andalucista (Partido Andalucista, más PSA, más otros) obtuvieron en 2004, 377.164 votos. Cuatro años después sólo mantienen el 32,8% de ese respaldo, perdiendo el 67,18%: 152.674 sufragios. En las elecciones españolas el andalucismo regionalista ha retrocedido del 4,04% nacional de 2004 (181.868 votos) a un escuálido 1,53% (68.334). En las andaluzas, de 275.674 (6,16%) ha bajado a 123.776 (2,76%). Mirando circunscripciones, en Almería los andalucistas obtienen el 1,04%, en Jaén, el 1,83%, en Granada, el 1,59% y en Cádiz, el 4,19%. En las ciudades, sus datos son dramáticos: 0,94% en Almería; 4,06% en Algeciras; 2,36% en Cádiz; 3,48% en Jerez (donde Pacheco ha sido alcalde durante quinquenios); 2,15% en Córdoba; 1,20% en Granada; 2,00% en Huelva; 1,16% en Jaén; 1,30% en Linares; 1,64% en Málaga; 1,67% en Marbella; 2,63% en Dos Hermanas y 2,52% en Sevilla (donde hace años ostentó la alcaldía). Los resultados obtenidos no son sino la consecuencia previsible del agotamiento terminal del discurso regionalista. Su incoherencia, cobardía y españolismo han terminado por condenarle a la irrelevancia parlamentaria. Años de oportunismo, han facilitado que el andalucismo regionalista sea considerado electoral y políticamente innecesario. Las prácticas y discursos de los Rojas Marcos, Pacheco, Pérez Bueno, Ortega, Del Olmo, Aranda, Villar, Aroca, Checa, Egea, Benavides y tantos más, se han demostrado no sólo reaccionarios sino también inútiles. Aquí están las consecuencias de no oponerse nunca a España y de competir con PSOE, PP y PCE-IU en verborrea españolista en cada caso y circunstancia, poniendo su referencia pretendidamente andalucista al servicio de España. Su insistencia extenuante en una retórica dependentista anticatalana y antivasca ha terminado por favorecer el traspaso de buena parte de su electorado a quienes ejercen de españoles sin atenuantes ni añadidos: el PP y el PSOE. Faltos de norte político y de escrúpulos éticos, los andalucistas no han tenido problemas en formalizar coaliciones municipales o nacionales no sólo con el PSOE sino también con el españolismo extremo del PP, desautorizándose a si mismos como fuerza política necesaria por la vía de los hechos, porque ¿quién puede ser admitido como socio por el PP si no tiene bien acreditado su españolismo?. Desprovistos así de perfiles propios y sin proyecto nacional alguno, no han generado conciencia nacional, sino al contrario. Los andalucistas nunca han entendido que aunque PNV, CiU y otras fuerzas nacionalistas moderadas puedan hacer en la práctica política regionalista, lo hacen siempre desde una previa identidad política claramente nacionalista –en la que su nación siempre esta claro que no es España y en la que siempre se reservan, al menos formalmente, su derecho a la soberanía y a la autodeterminación nacional- que es la que le permite luego justificar ante su electorado sus hechos por pragmatismo o cualesquiera razones y mantenerlo. Por el contrario, son miles los ejemplos en los que –incluso durante esta ultima campaña y en televisión- los andalucistas han acreditado que cuando piensan realmente en algo ‘nacional’ están refiriéndose a España y nunca a Andalucía. En resumen, en treinta años no ha habido líder andalucista que haya dicho públicamente ante una cámara de televisión que no es español sino andaluz; que Andalucía es una Nación porque lo es; que esta en contra de la dependencia de Andalucía en relación a España y a favor de la Soberanía Nacional y la Autodeterminación de Andalucía. Por el contrario, todos los que han representado al andalucismo se han reafirmado en cada oportunidad en su españolidad, en el sometimiento llorica y en el agravio comparativo. El equipo de Julián Álvarez se ha quedado sólo al principio del camino en la revisión del curso andalucista y como suele ocurrir en estos casos ha pagado su inconsecuencia. Aunque fuera a trompicones –plagiando textos ajenos de mala manera y con argumentos torcidos y torpes- llegó a asumir el ‘no’ puntual al nuevo Estatuto, pero luego ha sido incapaz de mantenerlo y desarrollarlo como eje de una línea política. Le ha puesto sordina, avergonzándose de lo que era su principal seña de identidad nueva, sustituyéndola por propuestas, que no por peregrinas dejaban de ser menos estupidas, como su reiterada defensa de un 'Gobierno tripartito PP-PA-IU', justificada únicamente como medio para excluir al PSOE (con quien había gobernado en coalición no hace mucho). La coalición PA-PSA ha sido nefasta, no tanto por ella en si misma o por lo insustancial de sus propuestas o por su alucinante propaganda e imagen como porque se ha hecho sobre las bases políticas del andalucismo de siempre (que el PSA ha mantenido sin siquiera las dudas y ambigüedades del PA de la etapa Álvarez) que son las que se han transmitido a la población andaluza. Los desastrosos resultados están a la vista. Inserto en la crisis postelectoral, los primeros datos que trascienden del ámbito andalucista indican un empecinamiento en el error que les ha conducido al fracaso. No se atisban en su seno pronunciamientos y proyectos realmente refundadores y que postulen un giro nacional y de izquierdas. En el andalucismo domina un silencio sepulcral, sólo alterado por el runruneo de las navajas entre los dinosaurios que disputan por el cargo de enterrador. A día de hoy no aparecen en el espacio andalucista plataformas políticas programaticamente nacionalistas, antes al contrario, los rumores sobre las candidaturas alternativas para su Congreso extraordinario de Junio se limitan a la posible postulación del alcalde de Utrera, Curro Jiménez –caracterizado españolista, bien conocido por sus serviles homenajes a los Borbones y al ejercito español-; Pilar González –portavoz parlamentaria que ha reproducido a lo largo de sus discursos y trayectoria todos los tics crónicos del regionalismo- o Manuel María de Bernardo –alcalde de San Fernando en alianza con el PP-, tres variantes que ubican al andalucismo en una perspectiva de extinción cierta.